Para un intelectual común europeo de principios del siglo XIX, el continente americano era casi totalmente desconocido. La mayoría de los estudios existentes no poseían calidad histórica y adquirían incluso un carácter mítico. América era casi siempre una palabra intercambiable con Estados Unidos. Por esa época, América Latina había perdido el derecho de ser llamada América, aun cuando las culturas mesoamericanas existían varios siglos antes de que los viajeros del Mayflower arribaran a las costas de Nueva Inglaterra. América Latina era un subcontinente, una América de segunda clase y de dudosa identidad. Aunque los fundadores del marxismo estaban comprometidos con sus intereses y tenían mucho talento, no constituían una excepción. Sus obras nos brindan una idea muy clara de lo que pensaban de las regiones situadas fuera de Europa, en general, y de América Latina en particular. Esta idea parecía ser, aunque de una forma mucho más sutil, muy parecida a la de los intelectuales no marxistas. Este trabajo es un esfuerzo por determinar lo que ha podido ocurrir para que autores tan progresistas no hayan podido ver la naturaleza específica de las sociedades latinoamericanas, y esclarecer las razones que provocaron ese olvido. En definitiva, se trata de examinar los obstáculos y las razones que impidieron a los fundadores del marxismo ver lo que ellos habían analizado tan bien, así como estudiar algunas proposiciones marxistas que, hasta hoy, han sido poco estudiadas, y que han aportado elementos de juicio para esclarecer tal desfasamiento.