Menos del 2% de los emprendedores que inician un negocio logra convertir su iniciativa en una empresa y mantenerla hasta la instancia en que es necesario afrontar el reemplazo de la máxima conducción. Sin embargo, alcanzado ese punto, la sucesión suele dirimirse de una manera muy conocida en la tradición antropológica, en el seno del grupo de descendencia. Por ello este proceso es paradójicamente excepcional y regular. Excepcional, porque le ocurre a muy pocas empresas; y regular, porque le sucede a la inmensa mayoría de las empresas que sobreviven al fundador. En esta obra se aborda este complejo y extenso recorrido de convivencia y sucesión, en el que está implicada la perduración familiar. Un proceso en el que los protagonistas (los fundadores y sus descendientes) despliegan estrechos lazos de sangre en un escenario de relaciones económicas y disputas políticas, en el que están en juego las asignaciones de recursos y los posicionamientos. Este proceso alcanza su climax cuando se pone de manifiesto la pretensión del principal valor: el de la máxima posición de poder de la unidad productiva.